Es innegable que los estereotipos de «lo femenino» y «lo masculino» forman parte de la tradición educativa, tanto en el ámbito institucional como en el familiar. Esta tradición no solo ha establecido los disparatados cánones que definen qué roles o actitudes son más propias de un sexo que de otro, sino que además ha coartado la libertad de elegir, más allá del género.
Desde que empecé como docente, el 87, he intentado que, en aquellos momentos de iniciación, aprender mucho de los compañeros más avezados. Hoy lo sigo haciendo. A la vez, siempre estaba observando-me para ser consecuente entre el decir y el hacer. Muchas fueron las veces que apreciaba incoherencias y falta de sentido común en las escuelas, en las decisiones y en las prácticas, que se suponía que eran en beneficio del alumnado. Hoy también lo sigo notando.
LA ESCUELA DESEADA
A pocos días de terminar el 2015, y como es habitual, llega el momento de hacer balance, reflexionar sobre lo bueno y lo malo que ha acontecido. Lo malo, que nos sirva de experiencia, y lo bueno, para sentirnos más a gusto con nosotros mismos. Lo hacemos a nivel personal, pero también en el plano profesional. En este rincón de expresión de ideas sobre educación, me permitiré hablar en voz alta sobre un deseo en concreto que hace muchos años se repite. Me refiero a la escuela deseada, la escuela que siempre anhelo y que, a mi pesar, a veces solo se cumple un poco.
Cada 10 de diciembre se conmemora el Día de los Derechos Humanos en el mundo, que establece los derechos fundamentales de las personas. En un mundo tan convulso como el actual, pienso que este tema debe ser tratado no solo este día señalado. Nuestra tarea como educadores es reflexionar e invitar a debatir al alumnado sobre si estos derechos son respetados. La verdad es que prefiero una comunidad educativa que diariamente se aparte del currículo para implicar y comprometer a los alumnos en estos asuntos, en contraste con aquellas que solo se acuerdan de los “días de…”
Eso me pregunto desde hace mucho tiempo. Estaréis de acuerdo que el patio de juegos, sobre todo en primaria, lo acaparan los niños. Fútbol, carreras provocan que las niñas queden relegadas a un espacio acotado del patio. Ellas, con sus cuchicheos, con cierta «pasividad», que sin querer dan paso a los juegos más ¿activos? de sus compañeros.