3 febrero, 2013

(Texto escrito por Mª Ángeles Ferrer Forés)

Dice nuestro cardiólogo más internacional, Valentín Fuster, que “nunca hemos vivido mejor y nunca nos hemos sentido peor”. ¡Uf! ¡Qué diagnóstico más certero! Pero, un gremio como el nuestro, el docente, a nivel personal podemos sentirnos así (aunque es necesario evitarlo, si es posible), pero a nivel profesional, ¿también?  Pues seguramente sí. Sin embargo, creo que todos disgregamos lo personal y lo profesional o unimos ambos aspectos con el fin de crear una atmósfera de esperanza e inquietudes positivas en el aula. ¿Nuestros alumnos respiran ese desánimo general social, económico, cultural…? Pues es desalentador. ¿Pero acaso nuestros alumnos no siguen teniendo ese espíritu utópico, luchador, frenético, con ansias permanentes de mejorar común en la etapa juvenil? Evitemos esa desidia instalada y hagamos de nuestra aula esa especie de burbuja de ganas, de autoconfianza y, en ella, nos será más fácil introducir cualquier contenido, competencia o destreza.

“Un ser humano debe ser capaz de cambiar pañales, planear invasiones, carnear cerdos, navegar barcos, diseñar edificios, escribir sonetos, contabilizar saldos, levantar paredes, tratar fracturas, dar consuelo a moribundos, recibir órdenes, dar órdenes, cooperar, actuar solo, resolver ecuaciones, analizar nuevos problemas, palear estiércol, programar computadoras, cocinar bien, luchar eficientemente, morir con gallardía. La especialización es para los insectos”, escribe Robert Heinlein en Tiempo para amar (1973). Si nos lo aplicamos a nuestra profesión (poned sinónimos o no), sí, creo que hacemos todo eso y más. Somos mujeres y hombres multi-tarea, polifacéticos y con decenas de frentes abiertos. Si queremos conseguir mejores resultados en nuestra organización, debemos centrarnos en el aprendizaje, en el proceso, no en los resultados: curiosidad, atreverse a reinventarse, compartir, intercambiar ideas, valentía, perseverancia, compromiso, preparados para volver a empezar…

El otro día comiendo con tres profesores en ciernes, Silvia, Igor y Julián me hablaron de la preparación de un congreso, unas jornadas para exponer e intercambiar experiencias educativas protagonizadas por sus estudiantes que han contribuido a la mejora social de su barrio. Con la que está cayendo y los “profes” no paramos, deseamos mejorar.

Creo que no debemos hacer la vida difícil a nuestros alumnos haciéndosela fácil. Sin embargo, esos aires renovados de paciencia, de pilas cargadas, de esperanza, nos vienen bien a todos. Creo que debemos ser conscientes que nuestra profesión nos permite ayudar a que hoy alguien se sienta mejor. Ánimo y a centrarnos en el proceso del segundo trimestre.