22 febrero, 2013

A John Lasseter se le atribuye la frase To infinity and beyond que hemos traducido como Hasta el infinito… ¡y más allá!  Esta frase bien puede ser una declaración de guerra contra la falta de confianza y un revulsivo a los límites que tendemos a ponernos. 

Viene este inicio a colación de lo que hablamos en el post anterior sobre el parque Garlochi en el barrio El Puche. Quién diría lo que los chicos del colegio fueron capaces de realizar. Se fueron saltando los límites a fuerza de creer que eran capaces, que si se empeñaban tendrían en sus manos todas las herramientas y la confianza necesaria para poder sacar adelante el proyecto. No se quedaron a orillas de su propio mundo dando por imposible la remodelación del parque. Y en todo momento contaron con el apoyo y la confianza de un grupo de profesores.

Este grito de Buzz nos pone en la senda de la voluntad que estos chicos y chicas tuvieron como emprendedores sociales: una idea innovadora que produce cambios y capacidad para llevar adelante la propuesta. Aunque el concepto de emprendedores sociales es relativamente nuevo, del siglo XX; sin embargo  en toda la historia han existido personas con soluciones innovadoras hacia los problemas sociales que ejercen mayor presión en la sociedad. En el CEIP El Puche la acción realizada funciona como una mancha de aceite que se extiende, penetra y articula nuevas iniciativas.

Pero, ¿por qué desarrollar este tipo de proyectos? Porque, creo, incide en lo más fundamental de la escuela: el apoyo a la construcción de la persona.

Ya sé que anda la sombra de la LOMCE con diversas modificaciones; pero es necesario que las escuelas pudieran articular espacios, cauces, recursos, colaboraciones, tiempos y creatividad al servicio del emprendimiento. Trabajar la competencia emprendedora no solo es una ayuda a la comprensión de contenidos relevantes para la vida; sino que además construye persona y esa, vuelvo a reiterar, creo, es una función clave de la escuela que comparte junto al resto de agentes primarios. 

Esto supone dos cosas: En primer lugar flexibilidad en la organización de los centros, permitiendo colaboración entre los agentes educativos, usando de forma creativa tiempos y espacios, optimizando los recursos disponibles, dando facilidades desde los equipos directivos, derribando muros…

En segundo lugar es básico valorar, y mucho, el esfuerzo que a los docentes supone este tipo de iniciativas de transformación social y compromiso ético. Que los profesores apoyen este tipo de iniciativas en ocasiones supone navegar contra corriente incluso del propio claustro o de los padres que a veces no entienden por qué no se explican las tablas de multiplicar como siempre se ha hecho… Estoy convencido que esta inversión es muy rentable para el alumnado, para el profesorado y para la sociedad. En este sentido es muy interesante algunos capítulos del informe publicado por la Fundación Príncipe de Girona para educar el talento emprendedor en los centros de educación formal.

¡Cuántas sinergias se generan en la sociedad cuando trabajamos bajo esta perspectiva!. Nos fortalece en iniciativa  propia, creatividad, motivación al logro, trabajo en equipo, búsqueda de oportunidades, autoconciencia y autoconfianza, responsabilidad, autonomía, asunción de riesgos, persistencia… y sobre todo refuerza la toma de responsabilidades hacia nuestra comunidad local. Nos espera el infinito y más allá!

Join the discussion 2 Comments

  • marf dice:

    Enhorabuena por tu mensaje, en un entorno de artículos posteados en los blogs en los que, en general, destaca el ánimo y la ilusión.

    Con este espíritu, ojalá que pronto podamos hablar más de hechos que de posibilidades, no porque éstas ya no estén presentes, sino porque los primeros sean muchos y muy positivos y en sí mismos nos animen a continuar y mejorar.

  • Ángel Santos dice:

    Gracias Marf por tu comentario. Nadie nos puede quitar la ilusión ni las ganas de experimentar. Estoy convencido que podemos dibujar un horizonte muy mejorado y distinto al actual.
    Un saludo