14 abril, 2013

Estimados compañeros profesores:

Sacad una alcachofa en clase (preferiblemente de la huerta, no enlatada) y esperad: “¿Qué es eso?, ¡Qué asco!, ¡Yo no como eso!, ¿O es que se come?, ¿Es una planta?, ¿Cómo se come, eso no se puede cocinar, no?, Pues en casa las comemos fritas. Y yo odio las que prepara mi abuela en una especie de salsa de tomate. A mi me gustan las de lata y me como los corazones. ¡Qué dices!, ¿O tienen corazón?…”.

Bueno, he aquí una tormenta de ideas espontánea y no solicitada. ¿Pero qué pasa si pasamos la alcachofa entre los alumnos y dirigimos una actividad encaminada a estimular la creatividad, la imaginación?

–       “¡Yo, profe, yo!”, se arranca uno.

–       “Es un micrófono”, dice rotundo, mientras sonríen convencidos el resto de compañeros.

Y así empiezan a salir ideas: “puede hacer de pendiente, martillo,  baqueta, flor, pincel, broche, para saber si me quiere o no me quiere, muñeco, bolo, cepillo de dientes, peineta, raqueta, arma, para arrastrar y teñir, vaciarla y hacer de lapicero, estudiar colores, para una clase de biología, para descubrir círculos concéntricos en tecnología, ser base de una dieta… y en manos de un buen cocinero mil recetas”.    

Del humorista El Roto (Andrés Rábago García).

Como escribieron Albert Einstein y Walter Gropius, la creatividad no surge mediante la especialización, sino mediante una educación liberal (entiéndase como la cuarta acepción de la definición en la RAE: dicho de un arte o de una profesión: que ante todo requiere el ejercicio del intelecto). En 1936, Albert Einstein, en una conferencia pronunciada en la Universidad del Estado de Nueva York con motivo de la celebración del tricentenario de la educación superior en Estados Unidos y titulada Algunas ideas relacionadas con la educación, abordó la creatividad de la siguiente manera: La escuela debería tener siempre como objetivo que el joven salga de ella con una personalidad armoniosa, no convertido en un especialista.

Walter Gropius, arquitecto, ingeniero y profesor fundador de la Bauhaus, dijo: Las leyes del mundo físico, del intelectual y del espiritual necesitan expresarse simultáneamente. Gropius creía que la única escolarización auténtica debía formar, a la vez, mente, cuerpo y alma. Nuestro reto de hoy recuerda a los polímatas (del griego “que sabe de muchas áreas diferentes”), hombres polifacéticos del Renacimiento, a un tipo de aprendizaje interdisciplinar donde se valore con el mismo peso las humanidades y las ciencias, las artes y la tecnología. Tal vez deberíamos volver a integrar música y biología, poesía y química, arte y matemáticas, danza y física, gastronomía e idiomas, para aprender de la historia y no repetir errores. Así, confirmaríamos lo que Gropius llamaba “conocimiento activo”, saber donde la creatividad florece gracias a que sentimiento y conocimiento se combinan. Pero quizás vamos por otro camino…

Actualmente consideramos algunas asignaturas más importantes que otras. Shin’ichi Suzuki, violinista y profesor, basó su método musical en estas observaciones creativas de Einstein: “Creo que la sensibilidad y el amor por la música y el arte son cosas muy importantes para todas las personas, ya sean políticos, científicos, hombres de negocio u obreros. No estamos educando a los niños para hacer de ellos músicos profesionales… la educación del talento es la educación de la vida”.

El objetivo de la educación es abrir muchas puertas y ventanas, explorar formas de pensamiento diferentes como base para la innovación creativa. De nuestra alcachofa inicial, la creatividad puede llegar a eclosionar en un poema  de alabanza a este verde vegetal: “Oda a la Alcachofa” en Neruda, Pablo: Odas elementales, Buenos Aires, Editorial Losada, 1954.

“La alcachofa
de tierno corazón
se vistió de guerrero,
erecta, construyó
una pequeña cúpula,
se mantuvo
impermeable
bajo
sus escamas,
a su lado
los vegetales locos
se encresparon,
se hicieron
zarcillos, espadañas,
bulbos conmovedores,
en el subsuelo
durmió la zanahoria
de bigotes rojos,
la viña
resecó los sarmientos
por donde sube el vino,
la col
se dedicó
a probarse faldas,
el orégano
a perfumar el mundo,
y la dulce
alcachofa
allí en el huerto,
vestida de guerrero,
bruñida
como una granada,
orgullosa,
y un día
una con otra
en grandes cestos
de mimbre, caminó
por el mercado
a realizar su sueño:
la milicia.

En hileras
nunca fue tan marcial
como en la feria,
los hombres
entre las legumbres
con sus camisas blancas
eran
mariscales
de las alcachofas,
las filas apretadas,
las voces de comando,
y la detonación
de una caja que cae,
pero
entonces
viene
María
con su cesto,
escoge
una alcachofa,
no le teme,
la examina, la observa
contra la luz como si fuera un huevo,
la compra,
la confunde
en su bolsa
con un par de zapatos,
con un repollo y una
botella
de vinagre
hasta
que entrando a la cocina
la sumerge en la olla.

Así termina
en paz
esta carrera
del vegetal armado
que se llama alcachofa,
luego
escama por escama
desvestimos
la delicia
y comemos
la pacífica pasta
de su corazón verde”.

Por cierto os garantizo un exitazo creativo en vuestra sesión de “hortalizas de temporada”, apta y compatible con cualquier asignatura y un modo diferente de afrontar la realidad que perdurará un trimestre entero. De hecho, la próxima genialidad (con forma de verdura o no) será creada por uno de nuestros alumnos. Después de todo, la educación nos prepara para vivir.

Del humorista El Roto (Andrés Rábago García).