9 enero, 2019

Conozco a muchos profesores que además del sinfín de ejercicios, prácticas y modelos que exponen a diario en el aula, motivan a sus alumnos con salidas extraescolares, todo tipo de actividades, concursos, presentación de trabajos en congresos, conocimientos y puestas en común de habilidades con las nuevas tecnologías… y todo eso siempre fuera del horario laboral… Este mundo paralelo de creatividad, de desarrollo personal y profesional, de potenciar las relaciones de grupo o con su entorno es el único salvavidas al que se agarran muchos alumnos y docentes. ¿Por qué? Por ventura para ir capeando años de adversidad, recortes, desilusión y “bajas presiones”… al tiempo que se espera un anticiclón duradero que devuelva momentos soleados, con jóvenes excepcionalmente preparados que ahora se ven forzados a expatriarse o exiliarse definitivamente.

* ¿Es normal que en los últimos diez años el estatuto docente haya empeorado de una forma exponencial?
* ¿Por qué los profesores deben dar más horas de clase en aulas superpobladas? ¿Es sinónimo de calidad educativa?
* ¿Es aconsejable que un profesor experto en una materia, pongamos historia, deba “completar” horario impartiendo clases de lengua o latín? ¿A quién beneficia? El profesor por buenísimo que sea no es experto y los alumnos por su parte no reciben una formación de calidad. Quizás así en lugar de dos profesores, ¿”basta” con uno?
* ¿Es recomendable que un profesor se vea forzado a dar clase en dos centros que distan kilómetros o están en localidades diferentes, a estar itinerante, por lo mismo de no contar con “suficiente” carga horaria?
* ¿Es normal que un funcionario de carrera, con la oposición aprobada hace diez años o más, no tenga un destino definitivo y cada año tenga que cambiar de centro y recorrer colegios, pueblos o ciudades?
* ¿Es deseable que aquel maestro motivador que todos recordamos sea valorado igual (tanto en el plano afectivo como en el administrativo, de ascenso laboral o económico) que un mal profesor que nos hizo maldecir una materia?
* ¿Qué sucede en la cabeza de estos docentes? Todo lo que nos imaginemos se queda corto. Podemos hablar de educación pública y gratuita garantizada por la Constitución española de 1978… pero cuán lejos suenan aquellos clarines.

Una ecuación fácil:
+ alumnos por aula y + horas de clase directa por profesor= – profesores.

Si cada vez los profesores deben dar más horas de clase y en cada aula hay más alumnos (ratio elevada), con 30 alumnos en Educación Infantil y Primaria, 35 en Educación Secundaria o con 40 alumnos en Bachillerato, incluidos niños con necesidades educativas especiales… la deducción inmediata es que (léase con mucha ironía), en nuestro país “sobran” profesores. Por estas razones, muchos profesores se ven forzados a las situaciones anteriores. Al mismo tiempo, ¿qué sucede con la educación que reciben nuestros alumnos/hijos? Si en casa con uno, dos o tres hijos hay problemas de disciplina, de hábitos, de respeto, de normas… pues en un aula con 30 niños de 4 años pintando con témperas, 34 chicos de 12 años en el taller de tecnología con las sierras, 35 adolescentes de 16 años teniendo que practicar “speaking” inglés o 40 jóvenes de 18 años debatiendo unos textos filosóficos de Nietzsche pues… que cada uno pinte la situación, de idílica o grotesca, según le inspire su conocimiento de la realidad o le motive el mundo edulcorado de Andersen o el catastrofismo cinematográfico hollywoodiense.

En fin, hagamos una pregunta en voz alta y quien pueda o sepa que conteste: ¿sobran profesores y faltan alumnos en las aulas o sobran alumnos en las aulas y faltan profesores?

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