4 enero, 2015

“En realidad, de un buen profesor uno no se despide nunca”. Puedes sonreír con el ingenio de esta y más tiras cómicas de Faro en su página web www.e-faro.info.

Antes era común la expresión de profesor quemado (Teacher Burnout), por aquello de tener unos cuantos alumnos charlatanes, otros tantos revoltosos, y unos muchos de comportamiento disruptivo. En fin, nada que no se pudiera solucionar… Ahora la mayoría de problemas no están en el aula. Cualquier contrariedad sea de cariz personal o profesional, un maestro la resuelve con más o menos premura y/o eficiencia, pero la resuelve. Lo realmente irresoluble pasa hoy por lo que nos llega de fuera del aula: un estado de escepticismo extremo y una visión terriblemente pesimista del futuro. Quizás hasta podamos acuñar el término teacher reduced to ashes (profesor reducido a cenizas o profesor hecho cenizas). La mayoría absoluta (cosa que desalienta al más pintado), y nos referimos tanto a adultos como jóvenes, sabe que su futuro será peor que el de sus padres. ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo se está llegando a esto? Con una mirada poética podríamos decir que “we, the teachers, are the ashes that the wind spreads”, es decir, nosotros, los maestros, somos las cenizas que el viento esparce. Y para interpretar la frase caben todas las opiniones: del cenizo nos quedamos en polvo de color gris claro al optimismo gremial que pasaría por resurgir de las mismas.

“Los niños de la recesión, Los niños del mundo desarrollado. La pobreza infantil en España. Un año más cae el gasto público en educación. Un futuro injusto en el horizonte”. Y se repiten los titulares en prensa y revistas, con una cadencia lenta pero indefectible, continua, y todos asistimos con resignación a esta confusión dirigida, a este desorden indigno, a un estado amorfo de las cosas que, mientras los niños estén “recogidos” en la escuela y no molesten o funcione el mando de la televisión y vea mi serie favorita… el resto de “preocupaciones”, a mi plin. No, no es eso. Si hoy, un niño queda al margen, los problemas que tenga/cree de adulto nos afectarán a todos. Y sí, podemos verlo a la tremenda: desde subsidios de paro, incapacidad laboral por consumos variopintos, accidentes laborales, de tráfico… hasta el pago de su celda presidiaria.

En fin, escribía Albert Einstein en “What I Believe”, artículo pucliado en la revista Forum and Century, en el año 1930, que “nuestra situación aquí en la Tierra es extraña. Cada uno de nosotros llega para una corta visita, sin saber por qué, aunque de vez en cuando parece adivinar un propósito (…). Sabemos una cosa: “el hombre está aquí en beneficio de los demás hombres”.

Todos, maestros y alumnos, podemos (mejor debemos) aportar algo en beneficio de los demás. Deberíamos tender a evitar el foco de control externo: “me han suspendido” y procurar la opción de control interno: “he suspendido” y, siempre, evitar el “valle de las excusas” y echar la culpa a los demás. Y es que “el que tiene un por qué, encuentra un cómo”, nos recuerda Friedrich Nietzsche.

Al 2015 le pedimos una regeneración educativa, que se base en la profesión docente (centrada en la vocación y la motivación) y un cambio sustancial en el método educativo, en la didáctica, en la pedagogía. Los alumnos pueden ser “buenos” o “malos”; los profesores solo pueden ser “buenos”. Compromiso y eficiencia. Junto a los médicos, probablemente es la profesión más gratificante. Y todo porque “lo esencial es invisible para los ojos”, como escribía Antoine de Saint-Exupéry en El Principito.

Una sugerencia: la técnica del 20-80. ESCOJAMOS ENTRE:

– Procurar que el 80% de las cosas que hagamos genere el 20% de los resultados.

– Procurar que el 20% de las cosas que hagamos genere el 80% de los resultados.