25 enero, 2015

Los analfabetos del siglo XXI no serán quienes no sepan leer y escribir, sino quienes no sepan aprender, desaprender y volver a aprender.
Alvin Toffler.

La educación cambia rápidamente porque el mundo se transforma con rapidez. Es imposible predecir las dificultades que afrontará la educación en las próximas décadas, ya que tampoco podemos imaginar los nuevos retos a los que se enfrentará nuestra sociedad.

Por esa razón es tan importante que seamos capaces de tomar decisiones con rapidez. Debemos estar preparados para analizar las necesidades y darles una rápida respuesta. Ahora ya no importa tanto la estabilidad, sino la capacidad para enfrentarse al cambio, y, precisamente esa capacidad, es la que va a dar medida de nuestros logros.

Los cambios sociales nos exigen creatividad y, solamente desde una perspectiva de innovación constante, seremos capaces de hacer frente a una realidad que se ve transformada constantemente por la rápida evolución de la tecnología. Para gestionar los proyectos educativos de un centro hay determinados objetivos que antes no formaban parte de nuestra perspectiva global, pero que ahora se han vuelto indispensables. Por ejemplo la velocidad para realizar adaptaciones, la agilidad para adaptarse a las nuevas posibilidades, la necesidad de mantener una organización flexible que nos facilite el cambio. Y, simultáneamente, una formación que nos permita tener una capacitación creativa del profesorado. Ya no se trata de conocer adecuadamente una materia, lo necesario es establecer nuevas dinámicas, nuevas estrategias capaces de dinamizar el proceso de enseñanza, logrando que tanto los estudiantes como los docentes formen un engranaje de trabajo basado en un constante dinamismo.

Para poner en marcha un proyecto de innovación que esté basado en nuestro centro, lo primero que debemos hacer es analizar la realidad de la forma más adecuada posible. Y si queremos obtener nuevas claves, tenemos que utilizar métodos diferentes a los usados hasta ahora. Es evidente que sólo haciendo nuevas preguntas podremos encontrar las respuestas que necesitamos. En el caso de un centro escolar estamos acostumbrados a pensar en objetivos, actividades y resultados. Pero si salimos de esa percepción podríamos darnos cuenta de la inmensa influencia que pueden tener otras cuestiones:

– Ecosistema del centro: relaciones que se producen entre los miembros de la Comunidad Educativa dentro del centro.

– De qué forma se relacionan otros ecosistemas con nuestra realidad educativa, es decir, cómo influyen las familias, la percepción que existe del centro y la realidad social que nos rodea.

– Cuáles son los patrones de conducta que influyen en nuestra realidad. Comprender adecuadamente cómo funcionan de una forma sistémica, mapeando incluso las relaciones que se establecen entre ellos.

Puede parecer absurdo, pero la realidad de un centro educativo la construyen personas, por eso es tan importante el tipo de conexión y la calidad de la comunicación que se establecen entre sus miembros. Poner en marcha una nueva iniciativa conlleva mover un engranaje que tiene en el personal del centro su principal activo. Es imposible conseguir que todo funcione si no se logra una implicación inteligente de los miembros del claustro. Y esa implicación no es simplemente motivación por hacer las cosas, es necesario que seamos capaces de gestionar adecuadamente los esfuerzos de cada uno. Por eso es necesario mapear la realidad y diseñar los procesos de mejora de una forma conjunta.

Lo mejor que podemos hacer para lograr esto es simplificar lo más posible la información que tenemos y el proyecto que queremos construir. Hacer visibles tanto los problemas como las posibles soluciones y empezar a desarrollar las iniciativas de cambio. Que esto lo hagan los profesores, colaborando de forma directa entre ellos, no sólo hará que todos los miembros se impliquen, sino que, además, permitirá analizar los diferentes puntos de vista, manejar las variables y estudiar cuáles son las mejores formas de encontrar estrategias de trabajo común. Normalmente, cuando se diseña en un claustro un plan de mejora, no solo se consigue ese plan, sino que se provoca también la aparición de metodologías de funcionamiento, de formas de trabajo grupal que, en ocasiones, tienen incluso más importancia que el objetivo que se perseguía. Porque en el fondo ese es el quid de la cuestión, si conseguimos cambiar nuestra manera de trabajar, conseguiremos también transformar los resultados de nuestro trabajo. Y no hablo, como decía antes, de datos concretos. Hablo de todo cuanto está alrededor del hecho educativo, y que, de alguna manera, repercute tanto en las notas como en la convivencia que se produce en un centro escolar.

En estos momentos de cambio la sociedad nos está exigiendo creatividad, los modelos actuales no sólo no sirven para desarrollar adecuadamente nuestro trabajo, sino que, además, aumentan la frustración de nuestro alumnado, que cada vez percibe con más énfasis la enorme distancia que se produce entre sus vidas y la realidad que ven en las aulas. Es el momento de cambiar, es el momento de atreverse.