Parafraseamos en esta actividad una parte del contenido de Medina J. A. y Cembranos F. «La soledad» Ed. El País-Aguilar, intercalando algunas preguntas para la reflexión, para hacer algunas consideraciones sobre las relaciones, la forma en la que funcionan y cómo podemos influir en su cuidado y funcionamiento. Todo empieza… con un filósofo chino.

Éste decía que las relaciones personales son como los malabares del rodador de platos. Este malabarista utiliza una larga varilla metálica del tamaño de una persona. Sobre ella coloca un plato y lo hace girar sobre sí mismo, manteniéndolo en equilibrio sobre un extremo de la varilla. La varilla queda apoyada en el suelo sobre el otro extremo y el giro del plato sobre ella la mantiene a su vez en posición vertical. La proeza malabar consiste en mantener el mayor número de varillas en pie con platos girando sobre ellas.

¿Qué te parece la propuesta de este filósofo acerca de las relaciones personales?

¿Estás de acuerdo con él?

¿En qué sentidos crees que las relaciones se pueden manejar a veces como si fueran malabares? ¿Por qué crees que han usado esta metáfora en particular?

¿Cómo crees que se te da a ti hacer esta clase de malabarismos?

¿En qué consisten, en tu caso concreto, para mantener en marcha tus relaciones personales?

¿Qué podemos trabajar con este audiovisual?

La metáfora del filósofo chino es muy útil para entender el «trabajo» en las relaciones personales. Cada persona debe atender sus propios platos y mantenerlos rodando sobre sus varillas. Las relaciones necesitan ser «impulsadas» cada cierto tiempo porque si no se enlentecen, se estancan y, finalmente, caen. Es decir, requieren un esfuerzo que no siempre tenemos demasiadas ganas de dar.

En el campo de las relaciones personales tenemos nuestras propias varillas con platos sobre ellas. Conforme vamos creciendo y desarrollando nuestra vida personal y social, aumenta el número de varillas. Y debemos ir de unas a otras dando impulso a los diferentes platos para que sigan girando. Pero esto no es nada sencillo.

Hagamos un pequeño ejercicio práctico que nos puede dar una nueva metáfora acerca de la dificultad de combinar estas cosas… Veamos qué capacidad de concentración tienen algunos voluntarios y voluntarias, tres en concreto, que estén en disposición de someterse a una pequeña prueba de concentración:

Estos son los pasos de la prueba:

  • Se sale a la pizarra y se comienza dibujando una gran figura en forma de infinito o de 8 de un solo trazo que ha de ser repasada una y otra vez durante todo el tiempo que dure la prueba. La figura de ser grande, pero no tanto como para tener que moverse del sitio para poder dibujarla.
  • Mientras se está dibujando, y según en qué momento se esté, si yendo hacia la izquierda o la derecha, quien dibuja ha de ir indicando en voz alta “izquierda” o “derecha” conforme vaya cambiando de dirección del dibujo.
  • Mientras se produce esto, y por turnos, algunos alumnos y alumnas irán saliendo para “complicarle” al dibujante la tarea: p.e. pidiéndole que resuelva una multiplicación sencilla en voz alta –con lo que tendrá que intercalar el dibujo y la expresión “izquierda” o “derecha” con decir el resultado-, saltar a la pata coja o tocarse el pie derecho con la mano que no esté usando para dibujar.
  • Al final de la actividad se votará para establecer quién ha sido más capaz de compaginar adecuadamente todas las tareas propuestas y se volverá a hacer un símil con el mundo de las relaciones.

Llega un momento en que las carreras y el empeño no son suficientes para mantener todos los platos girando a la vez. Eso no debe preocuparnos, es normal, le pasa a todas las personas. Existen relaciones que con el tiempo dejan de «girar», y no es un problema grave. Simplemente les ha llegado su fecha de caducidad y dejarán lugar a que otras nuevas ocupen su espacio.

Ahora bien…

¿Cuántas de las relaciones que se han ido quedando por el camino realmente estaban “caducadas” o quizá no supimos ponerles el cuidado que necesitaban para no marchitarse?

¿Qué tal “malabarista” te ves a la hora de alimentar las relaciones de las que formas parte?

¿Cuáles podrían ser estrategias de malabarista que podrías usar en el campo de las relaciones? (P.e. estar pendientes a cuando uno de los platos está perdiendo velocidad, lo que en el campo de las relaciones se traduciría por estar pendiente de aquellas personas con las que tengo relación).

Situémonos en el medio de la pista… Siempre tendremos cerca aquellas varillas que tengan sobre ellas nuestros más preciados platos. De esta manera no tendremos que recorrer mucha distancia para impulsarlas de nuevo.

¿Cuáles son tus “platos” más preciados?

¿Qué relaciones te cuesta menos cuidar?

¿Te sucede que alguno de tus platos más preciados sea también uno de los más difíciles de cuidar?

A veces atendemos demasiado a los tres platos más cercanos, nos recreamos en su giro. Cuando queremos darnos cuenta, el resto de la vajilla está en el suelo, algunos están rotos, otros no. El esfuerzo que nos puede suponer poner otra vez tantos platos a girar nos asusta y nos echa para atrás. Sin embargo se puede hacer. Poco a poco todos los platos pueden estar en su sitio.

Los platos siguen girando (más o menos despacio) a pesar de no estar atendiéndolos, y puede lograrse que se encuentren girando todos a la vez. Nuestras relaciones tampoco necesitan de nuestra presencia permanente para seguir vivas. Y todas existen en el mismo momento, aunque no podamos atenderlas simultáneamente.

Algunas veces miramos más lejos y vemos que un plato se tambalea sobre la punta de la varilla, está dejando de girar. Con un rápido movimiento nos acercamos y lo impulsamos de nuevo. Le damos fuerza para que continúe girando un tiempo.

¿Cómo se hace esto en el campo de las relaciones?

¿De qué formas se te ocurre que se le puede dar un poco de impulso a una relación?

¿Alguna vez has perdido alguna relación por “falta de impulso”?

En ocasiones algún despiste hace que un plato caiga al suelo. No se ha roto. Con cuidado lo colocamos de nuevo y lo impulsamos para hacerlo girar de nuevo. Al principio muy despacio, después más deprisa. Otras veces, el plato se rompe al caer. Ya no podemos utilizarlo.

¿Puedes poner ejemplos “relacionales” para estas dos situaciones que acabamos de mencionar? (El plato se ha caído y no se ha roto o, por el contrario, el plato se ha roto y ya no se puede usar).

Tendremos que buscar otro plato para hacerlo girar. No sabemos si el nuevo plato girará bien o mal, rápido o despacio. Tras probarlo y decidir que nos interesa, lo dejamos girando y volvemos al centro.

¿Te resulta fácil cambiar un “plato” por otro?

¿Piensas que es sencillo para las personas en general cuando se las sustituye o se saben sustituidas?

¿Cómo piensas que se produce ese proceso?

Así son nuestras relaciones personales. Necesitan impulso, trabajo constante. No por tener acuerdo o convencimiento sobre una amistad, un amor o un afecto, éste se mantiene por sí mismo. Hay que hacerlo girar. El número de varillas y platos depende de nosotros mismos y de nuestro deseo esforzado de mantenerlas en movimiento, eso sí, de forma recíproca.

Los platos que están más cerca, a los que damos impulso casi sin esfuerzo, son nuestra pareja, nuestros familiares más próximos, nuestros hijos e hijas, nuestros mejores amigos y amigas, etc. Otros más lejanos son nuestros compañeros y compañeras del trabajo o nuestra vecina de al lado. A lo lejos quedan antiguas amistades, los demás vecinos o los parientes lejanos. Cada relación es muy diferente a las demás y sus características propias son las que indican por dónde han de ir los esfuerzos para que crezcan y hacerlas más satisfactorias. Pero todas son importantes a su manera. Han cumplido funciones diversas, todas relevantes, han formado y forman parte de nuestra vida y somos lo que somos por haberles tenido en nuestro camino.

Terminar pensando intuitivamente en tres formas concretas de impulso para aquellos tres “platos” que estén en mayor peligro de caerse.

Sugerimos combinar esta actividad con “Soy un gran malabarista” en la que se profundizará algo más en estrategias concretas para mantener en pie nuestras relaciones.